Este año
mostraré la cocina dominicana del futuro, mi visión y la visión de nuestros
amigos, fans y clientes. Será una gran
experiencia, será el guiso resultante del sacrificio y esfuerzo de mi familia, sazonado
con el esfuerzo y cariño de todos los que nos apoyan, muchos de los cuales no
han tenido la oportunidad de saborear la experiencia del Colmado.
El placer de
comer es fundamental como complemento de una vida sana, y la evolución de la
comida es tan importante e imprescindible como la de la vida misma que es. La
cocina dominicana no puede seguir durante mucho más tiempo como un producto de
baja categoría, no puede estar, nunca, por debajo de la música, las playas, la
dominicanidad en sí.
Madrid tiende
innumerables vínculos con la República Dominicana y no por casualidad nos ha
elegido para establecer aquí el salto inicial. Me resulta sumamente curioso
cómo he aprendido a estampar en un plato los olores polvorientos de la
carretera a las doce del medio día, el
verde de los arrozales y el color de chocolate con leche del canal de regadío
que pasaba por detrás de la casa de mi abuela, de aquellos pequeños días.
El Colmado
jamás pudo ser una realidad sin todas las personas que nos apoyan, los que
vienen por enchufe de un amigo, por recomendación de un crítico en los medios
de comunicación, los que llegan hasta nuestro bohío de colores de colmados con
la memoria de contratos balagueristas, ingenieros, arquitectos, electricistas,
comerciantes, que aportan mucho con sus historias de comilonas populares.
Vecinos de bastones orgullosos de haber trabajado en la fase inicial de Casa de
Campo, Puerto Plata..., Pilotos y azafatas impacientes por aterrizar en una
paila de arroz con habichuelas después de su travesía por América del Sur y
antes de que Iberia los trajera a casa. Jóvenes españoles que sacan lágrimas a sus novias y
novios cuando les sorprenden con un trocito de sus recuerdos en pleno centro de
Madrid. Japoneses sedientos de un espeso
sancocho mitigan el fin de su contrato en alguna escuela agraria de las
montañas. Chinos y coreanos traen a sus
familias para contarles en su lengua, y el pica-pollo en la mano, sus
experiencias vividas en algún patio. Y así médicos, dentistas, jurídicos,
italianos de Boca Chica, dominicanos que saltaban por encima de su nostalgia territorial
para llegar, en conexión directa, con los recuerdos de sus abuelas, sus nanas,
tías. Libaneses de origen que nos felicitan por los bien logrados kipes, que no
son más el resultado de los trucos que ellos mismos nos aportan. Fans de
Bélgica, Italia, Francia y Estados Unidos, que nos avivan el fuego con su
seguimiento, sus “megusta” y sus
comentarios oportunos.
Los dominicanos
somos más que emigrantes en España, El Colmado es mucho más que un restaurante
de mondongo picante y mañanero de la capital. Lo que nos conecta es un vínculo
más potente que las cuerdas bocales, más que playas, es un mar de creatividad,
imaginación y de alegría que fluctúa de orilla a orilla.
Han pasado tres
años desde que se lanzó esta idea, y considero que este es el año de colectar
toda esta información, ordenarla y devolverla a la sociedad en forma de ese patrimonio
que nos pertenece por derecho que es la comida. Cada creación culinaria del
Colmado encierra cada una de estas experiencias, y no quiero quedarme sin
mencionar a los miles de personas que comen en El Colmado sin saber qué es la
República Dominicana o qué se come en el Caribe.
Cada detalle
del Colmado es el detalle de cada uno de ustedes, es todas las historias
contadas al unísono. Las emociones del Colmado es el cariño de tantas personas
que nos recomiendan, todos los que, después de su sancocho y su taza de café,
cogen a sus amigos de la mano y nos lo traen. De los dominicanos que nos mandan
a sus hijos para que les tratemos como en casa mientras terminan sus carreras. Lágrimas
de cooperantes emocionados al recordar a sus socorridos, frete a un locrio de
chuleta con aguacate.
El Colmado son
muchos días, muchas horas, mucha vida a la que cada uno de los integrantes del
equipo, y nuestras familias, ha renunciado voluntaria y gustosamente para
disfrutar de esta realidad soñada.
Este es El
Colmado que viene, el que siempre ha sido, el de todos.
genial un abrazo amigos y feliz 2013
ResponderEliminarMartin, me has emocionado...
ResponderEliminarUn abrazo familia... Espero que nos veamos en el 2013!
Qué bonito, Martín! El Colmado me conquistó desde el primer día y es mi deseo trasladar esta experiencia a todos mis amigos y conocidos.
ResponderEliminarMe encantaria ir con mi familia haber cuando le hago la visita, felicidades y que Dios les siga bendiciendo...
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