Cuando me dijeron que mi participación en FITUR 2022 debía ir acompañada por una serie de ponencias en el escenario, en concreto 3 al día durante 5 jornadas, mi cabeza giró como la brújula del GPS buscando una ubicación exacta. No niego que tengo un aceptable dominio escénico, pero también estoy acostumbrado a zambullirme en la cocina y no salgo a la superficie hasta sentir que todo esté controlado. reconozco que he desarrollado un buen liderazgo, pero cuando se trata de comida, me gusta tocar, guisar, poner mano y no paro hasta conseguir el sabor y la textura deseada.
En esta ocasión mi reto era aún mayor, tenía que revisar el
extenso recetario dominicano para seleccionar, elaborar y coordinar un
servicio de 8 recetas, multiplicar todo por mil y algunos incluso por más.
Y a
esto debía sumarle mis interacciones con el público, un público que por demás
no era de lo más normal, durante los 3 primeros días FITUR abre
exclusivamente a profesionales del sector turismo, a inversionistas, a presidentes de cadenas hoteleras, a gerentes corporativos, tour operadores,
agencias de viajes, líneas aéreas, etc. y los dos últimos días se abre al público
en general.
en 4 días ya estaba armado un tren de producción que funcionó tan perfectamente que hubiéramos sido capaces de dar de comer a la mitad de feria (esto es sólo metafórico. Ja ja). A mi cargo estuvo guisar todo el chivo, que luego dividí por días; fui a la tienda de menaje del barrio y compré un puchero de barro y en varias camadas guisé las carnes de los rellenos (pastel en hoja, pastelitos, niño envuelto).
Días interminables, noches que nunca veían el alba, momentos en los que parecía que no llegaríamos. Pero el equipo no tardó mucho en asumir cada quien su tarea y terminamos sirviendo cerca de mil raciones de color, ritmo y sabor dominicano.
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